La desamortizaciòn de los bienes del clero y la modernizaciòn mexicana.


Felipe Villegas Rojas

e-mail: leontro@gmail.com

Para nosotros la modernidad es un fenómeno que está estrechamente ligado al desarrollo de la industrialización puesto que son las relaciones que se generan en este tipo de sociedad las que alimentan una determinada forma de concebir el mundo en la que el

Hombre [es] un ser puramente destructivo: destructivo de lo Otro, cuando ello no cabe dentro de la Naturaleza (como ‘cúmulo de recursos para lo humano’), y destructivo de sí mismo, cuando él mismo es “natural” (material, corporal, animal), y no cabe dentro de lo que se ha humanizado a través del trabajo técnico ‘productivo’[1]

Entre la modernidad y la industrialización existe una relación de afinidad electiva[2]. Cuando el elemento material o el elemento ‘ideal’ está ausente existe un desarrollo anómalo del capitalismo. En México la Iglesia era una institución que representaba un freno al desarrollo en dos aspectos fundamentales: en su relación con el Estado y en su función de barrera ante el proceso de acumulación originaria. En este ensayo trataremos de argumentar cómo es que la configuración de un Estado secular favoreció el advenimiento y desarrollo de la modernidad en México.

Las corporaciones y el Estado

Hasta la implementación de las Reformas borbónicas la Iglesia era, al lado de la burocracia, uno de los sustentos de la Corona pues era la que generaba la ideología para justificar la existencia del Rey y de la conquista. Debido a sus funciones fue favorecida por la Corona

Las riquezas de la Iglesia se originan en mercedes de la Corona, diezmos, impuestos, legados y donativos que pagaban españoles y mestizos, y las cofradías de los indios y castas. Aun cuando algunos de sus empresas funcionaban con cánones semicapitalistas, están sometidos a finalidades extraeconómicas (perpetuación de la Iglesia, etc.) que le otorgaban ese carácter de manos muertas que había de concentrar contra ellas la acción de los liberales después de la Independencia [3]

Hubo entre la Iglesia y la Corona una alianza que sólo sería rota por los efectos de la Consolidación de Vales Reales en 1804 y por el apoyo que la clase media y los hacendados otorgaron al Estado durante las leyes de Reforma[4]. Vislumbramos un proceso largo que comienza con la Consolidación y que no terminará sino hasta 1910 cuando las Leyes de reforma ya han sido cumplidas.

A fines del siglo xvii la Corona española estaba en un proceso en el que no sólo buscaba la consolidación del dominio de sus recursos sino también buscaba el dominio del monopolio de la violencia y de las funciones administrativas[5]. Para ello necesitaba debilitar a aquellos que usaban el gobierno para beneficio propio. El 1754 terminó el contrato con el Consulado, el cual concedía a éste la recolección de alcabalas; en 1786 establecieron a los intendentes en detrimento de los alcaldes mayores, aliados de los grandes mercaderes; y en 1798 se decretó el comercio libre. Con estas medidas se dio término a la época de las utilidades monopolísticas y el dinero se invirtió en actividades productiva pues resultaban más rentables que el comercio[6]. Ese era un primer paso a la modernización.

Sin embargo la modernización tropezaba con una gran dificultad pues el territorio no estaba bien controlado por el Estado. Si uno de los elementos que constituyen al Estado es el territorio[7] entonces la existencia de corporaciones que administran territorios dentro del Estado los convierte en sujetos antagónicos de éste ya que le disputan su poderío y le usurpan sus funciones al crear sociedades con intereses particulares dentro de la sociedad general. Es por ello que por definición están en contraposición a la configuración estatal. Esta observación es importante puesto que hay autores que señalan que

su primer papel económico [de la Iglesia] no era el de terrateniente, sino de proveedor de hipotecas o gravámenes de los fondos piadosos que capellanías, administradas en cada diócesis por el Juzgado de Capellanías y Obras Pías[8]

Olvidan que el sólo hecho de poseer la tierra y administrarla les da poder para imponer dentro de sus territorios sus propias reglas. El poder económico lo da la tierra por sí mima, puesto que tiene valor por sí misma. La política del gobierno borbónico apuntaba a la supresión de este poder que competía con el de él. Pero la Iglesia no estaba sola, durante los dos siglos en que había ejercido su influencia había hecho aliados entre quienes se encontraban los comerciantes, mineros, y hacendados más influyentes de la Nueva España pues estaban ligados a ella por los préstamos que les había otorgado[9].

La Iglesia y sus aliados estaban recibiendo graves daños por parte del gobierno central. No obstante no podían dejar de apoyarlo pues era el que legitimaba y el que protegía sus privilegios seculares[10]. A lo largo del movimiento independentista sus posiciones fluctuaron hasta que en 1821 decidieron apoyar al movimiento insurgente en vista de que el asalto de la modernidad había llegado a España con la Constitución de Cádiz, la cual afectaba sus privilegios. Con la Independencia, la Iglesia creía tener oportunidad para hacer sentir su influencia y proteger su antiguo estatus. Si “el modo de producción despótico tributario había desaparecido con esta guerra” [11] hacia falta otra para que la propiedad privada del hacendado obtuviera la hegemonía sobre la Iglesia.

Desde la Independencia en México hubo una situación en la que la desconfianza dominaba el ambiente pues en ausencia de instituciones no había certidumbre en cuanto a la administración de la economía, ni en la seguridad de la propiedad, ni había una estructura estable de la interacción humana[12]. Esta situación se afianzaba debido a que el Estado, ya de por sí débil, salió más debilitado de la guerra. “La Iglesia no ayudaba ni con sermones ni con préstamos al gobierno”[13]. Cada vez que este trataba de abolir sus privilegios ella lo atacaba, pues no estaba dispuesta a sufrir lo que en Francia o España. Su grupo, como el de los liberales, tenían en mente lo que sucedía en Europa cuyo modelo económico, que buscaba ser implantado aquí, necesitaba de la individualidad y de la propiedad privada para serlo con éxito:

La población no puede progresar ni el hombre adivinar aquel noble orgullo que lo hace capaz de todo género de empresas sino por el sometimiento de la propiedad privada y de la independencia personal[14]

Lo que en realidad se estaba justificando era la necesidad de crear las bases para la existencia de un Estado liberal, puesto que sólo los individuos con propiedad podían crear un pacto social que diera fuerza a la nueva institución.

La acumulación originaria.

El desarrollo de la Industrialización es largo y necesita de mano de obra libre. Para ello es necesario que se constituya la propiedad capitalista de los medios de producción entablando un proceso de divorcio entre el productor directo y los medios de producción[15]. En México lo anterior se traducía en la lucha del hacendado contra la Iglesia y la comunidad campesina. Sólo hasta el final del proceso puede hablarse de un incipiente proceso de modernización puesto que la experiencia que los seres humanos van adquiriendo en este proceso los lleva a tener una concepción del mundo radicalmente diferente de quienes no sufrieron una situación así[16]. Es por ello que las ideas de la modernidad tienen una asimilación diferente a los lugares de origen donde el modernismo estaba acorde con la modernización. El ensayo de Annick Lempérière[17] revela cómo fue que las ideas modernas fueron asimiladas por la sociedad colonial en crisis: el bien común significaba la salvación de las almas no el mayor desempeño de la economía; gobernar era “conducir según el derecho divino y humano, con justicia según los preceptos cristianos”, no era el producto de un consenso o de un pacto. En la “Disertación sobre la naturaleza y aplicación de las rentas y bienes eclesiásticos” Mora crea un discurso totalmente moderno puesto que concibe “que la Iglesia sólo puede disfrutar de bienes no como cuerpo místico sino como comunidad política”[18], es decir sus derechos de propiedad están sujetos a la existencia y reglamentación que le proporcione la sociedad civil a través del Estado. Logra construir este discurso por la influencia que tiene en él el modelo europeo que ha asimilado a través de sus lecturas. Entonces propone un modelo exitoso que ha resultado en otro lugar y que espera que también opere en México. Pero a diferencia de Europa la nación mexicana surgió como nación por la desarticulación del Estado español “la misma fuga precipitada de riquezas no es más que el punto culminante de un largo proceso de desacumulación: es el acto último con el que el colonizador concluye su misión civilizatoria”[19] Mora no percibe esta diferencia, o quizás no le da la suficiente importancia al caer presa del canto de la sirena liberal.

Podría afirmarse que el Estado, siendo aún tan débil, se enfrentó a la Iglesia porque las circunstancias así se lo exigían, pues después de la guerra heredó de la Colonia la bancarrota hacendaria la cual se intensificó con los conflictos internos y las intervenciones extranjeras. Si bien Iturbide abolió algunas contribuciones de la guerra para ganarse adeptos a la Independencia[20] y se sacrificaron los impuestos a la minería y al comercio para reanimar el comercio[21] las medidas duraron poco tiempo y resultaron ineficaces. Aún con otras medidas que tomaron los gobiernos posteriores no se logró recaudar el dinero necesario para el mantenimiento del gobierno. Ante esta situación los bienes de la Iglesia parecían una salida prometedora. De aquí se sigue que fueron las necesidades fiscales del naciente Estado mexicano las que obligaron prematuramente a desamortizar los bienes de la Iglesia, pero ahora justificando tal acción no como derecho del Rey sino como derecho de la sociedad representada por el Estado, la nueva soberanía.

Michel Costeloe hace una afirmación que aunque aplicada a la Primera República bien puede aplicarse al periodo de 1821 a 1876 “la política está dominada por la ambición personal”[22]. Ante la inestabilidad de las instituciones las necesidades fiscales fueron satisfechas sin reglas claras que establecieran la forma en que se realizarían. Las reglas que habían no estaban garantizadas. Ocurrió lo que tanto temía Mora.

es necesario convenir en que sería la operación más ruinosa poner a la vez en una venta rigurosa los bienes de manos muertas sacándolos a hasta (sic) pública, pues por sólo este hecho su valor quedaría muy abatido, no habría caudales con que pagarla y se daría lugar al agio que por fortuna va desapareciendo aunque muy lentamente de nuestro suelo, de esta manera se cargaría con toda la odiosidad de la ocupación, sin amortizar la deuda, y la utilidad la reportaría, no el público, sino tres o cuatro casas que están en posesión hace muchos años de absorber las rentas nacionales y secar todas las fuentes de prosperidad pública[23]

No obstante a que Jan Bazant haya estudiado y demostrado que en Puebla la desamortización favoreció a los sectores populares[24], en Veracruz los beneficiarios fueron la clase media[25] y en México los inquilinos[26], en contraste con la afirmación de Mora, no es menos cierto que la Reforma no creó pequeños propietarios sino más bien, favoreció a los terratenientes y con ello contribuyó al desarrollo de una estructura feudalizante y no al desarrollo del capitalismo puesto que “las previsiones sobre la libertad individual atacaban los votos monásticos pero no ayudaban a los peones abatidos por las deudas y las haciendas”[27]. El Estado al no haber logrado crear pequeños propietarios contribuyó a consolidar su debilidad pues al repartir grandes proporciones de su territorio a sólo un propietario le otorgó poder a éste: desplazó el poder de la Iglesia a los terratenientes latifundistas. Si antes la Iglesia era el rival del Estado, ahora lo eran los hacendados. La diferencia radicaba en que antes era una sólida institución la que le disputaba su poder y ahora eran varios propietarios que estaban unidos por su pertenencia a una misma clase social. Pero ¿será este cambio el que indique los indicios de la modernización?

La ideología de la modernidad sólo puede ser entendida y más o menos aplicada en un contexto moderno. Si bien

cada uno de ellos [de los hacendados] demostró un deseo primordial de maximizar los ingresos y minimizar los costos de producción. [y] Durante los periodos de prosperidad, los propietarios de las haciendas invertían en sus operaciones, experimentaban nuevos cultivos y métodos y buscaban y buscaban nuevos mercados[28]

no había razones suficientes para la gestación de la modernidad pues los métodos que los hacendados usaban para producir no eran capitalistas y, sobre todo, la fuerza de trabajo estaba ligado a ellos por relaciones extraeconómicas. La antigua clase dominante aprovechó algunos de los pasados mecanismos de explotación y los adaptó a las necesidades del desarrollo capitalista, de tal manera que resultaba que se obtenían ganancias enormes porque a los trabajadores no se les daban las garantías que en Europa habían conculcado pues se les siguió considerando como una especie de siervos cuyo trabajo era gratuito pero que no tenían las garantías que gozaba éstos, pues no tenían un señor que les proporcionara la tierra a cambio de que trabajasen para él, sino un “patrón” ( y aquí el lenguaje refleja la naturaleza de las relaciones que existen entre el dueño de los medios de producción y el trabajador pues patrón significa protector, amo, dueño…) que no le garantizaba nada más que un salario con el cual apenas podían vivir[29].

Conclusión

Este ensayo hace énfasis en la debilidad del Estado, la cual contribuyó a que de la secularización se aprovecharan sólo algunos terratenientes que tenían relaciones con el gobierno (Limantour, los Escandón, etc.). La legislación dictó para la realización de las reformas sólo pudo ser seguida allí donde el Estado era más o menos fuerte, es decir en

“las zonas urbanas, los puertos y los centro mineros. En el México rural, donde la mayoría de la gente vivía y trabajaba la tierra, el gobierno sólo penetró - si acaso- imperfectamente. La única presencia era la Iglesia, pero aún ésta, con escasos 3000 sacerdotes sólo esporádicamente extendió su ámbito más allá de las cabeceras”[30]

Esta situación generó, a largo plazo, que algunas de las tierras le fueran devueltas a la Iglesia en forma de contentas[31]. Generó también disputas por los recursos fiscales que se podían obtener, pues la jurisdicción entre los Estados y la Federación no estaba clara. Y, quizás lo más importante, a largo plazo tampoco logró que proliferaran los pequeños propietarios. En lugar de ello se consolidaron grandes propietarios que no se interesaron por invertir en la industrialización del país pues no existía mano de obra libre que apoyara un proceso así. Como ya vimos no hubo mercado interno pues los peones estaban sujetos a las haciendas. La mano de obra no salía al mercado como mercancía. Sin ese requisito no hay capitalismo y sin el capitalismo no puede concebirse la modernidad. Admitiendo lo anterior, ¿entonces concluiremos que la creación de un Estado secular no benefició al desarrollo de la modernidad? No, en realidad creo que si bien los terratenientes no lo fomentaban, la Iglesia ya no era la rival que antes fue para el Estado y, sobre todo, ya no podía ejercer la influencia de antaño. Por lo tanto ya no había clases que estuvieran legalmente privilegiadas y había la posibilidad de crear conocimiento científico, que disintiera de la teología católica. Ello habría un camino en el que la modernidad entrase más fácilmente.



[1] [1] Bolívar Echeverría, “Modernidad y capitalismo (15 tesis)” en Las ilusiones de la modernidad, p. 139.

[2] [2] Usamos el concepto con el sentido que le da Max Weber: “Las precondiciones materiales para el desarrollo del capitalismo fueron suficientes y necesarias sólo si se combinaban con una precondición ‘ideal’ adicional: la santificación del trabajo mediante una vocación [aquí sustituimos por: el querer ser. N o cambia el sentido del concepto] y recíprocamente las precondiciones ideales fueron necesarias y suficientes sólo cuando se combinaban con las precondiciones materiales relevantes” Francisco Gil Villegas, “Prólogo” en Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, p. 13.

[3] Enrique Semo, Historia del capitalismo en México, p. 115-116.

[4] [4] Jan Bazant, Los bienes de la Iglesia en México (1856-1875), p. 276.

[5] [5] Jonh H. Coastworth, “Límites del absolutismo colonial” en Los orígenes del atraso. Nueve ensayo de historia económica de México en los siglos xviii y xix, p. 52-55.

[6] [6] David A. Briding, Mineros y comerciantes en el México borbónico, 1763-1810, p. 162.

[7] [7] Los otros dos elementos son la población y el gobierno

[8] [8] Brian Hamnet “Absolutismo ilustrado” en Interpretaciones del siglo xviii novohispano, p. 102.

[9] [9] Carlos Marichal, La bancarrota del virreinato. Nueva España y las finanzas del imperio español, 1780-1810. p. 166-167.

[10] [10] Carlos Marichal “La bancarrota del virreinato. finanzas, guerra, y política en la Nueva España, 1770-1808” en Interpretaciones del siglo xviii novohispano, p. 186.

[11] [11] Enrique Semo, op. cit., p. 260.

[12] [12] Douglas C. North, Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, p. 16.

[13] [13] Michel Costeloe, La primera República Federal de México (1824-1835), p. 277

[14] [14] José María Luis Mora, “El clero durante la Colonia” en El clero, el Estado y la economía nacional, p. 48.

[15] [15] Agustín Cueva, El desarrollo del capitalismo en América Latina, p. 65.

[16] [16] Sólo basta con pensar en lo que les sucedía a los campesinos antes de la existencia de la ciudad. Debido a que no había una industria desarrollada no podían irse a las ciudades y convertirse en obraros. No tenían más opción que vivir en una situación de semiesclavitud.

[17] [17] Annick Lempérière, “Reflexiones sobre la terminología política del liberalismo” en Construcción de la legitimidad política en México, Brian Connaughton, Carlos Illades, y Sonia Pérez (coords.), p. BUSCAR.

[18] [18] José María Luis Mora, “Propiedad territorial y diezmos en la Colonia” en Ibíd., p. 82.

[19] [19] Agustín Cueva, op. cit., p. 14.

[20] [20] Leonor Ludlow, “Élites y finanzas públicas dotante la gestación del estado independiente” en José Antonio Serrano Ortega, Luis Jáuregui (editores), Hacienda y política, Las finanzas públicas y los grupos de poder en la primera República Federal Mexicana, p. 83.

[21] [21] Ibíd., p. 87. Por supuesto los principales beneficiarios de esta medida fueron los mercaderes puesto que ahora el comercio volvía a ser rentable. En detrimento de la producción local se benefició la importación. La teoría de North se aplica puesto que si “las instituciones afectan el desempeño debido a su efecto sobre los costos de producción “, Ibíd. p. 16 entonces resultaba más rentable vender las mercancías extranjeras a un precio inflado que invertir en la producción nacional pues la Revolución Industrial había hecho a los productos extranjeros, sobre todo británicos, sumamente baratos. la producción nacional simplemente no podía competir. De 1824 a 1835, según Marichal, “en la primera etapa del federalismo fiscal se mantuvo una estructura fiscal con un fuerte raigambre colonial, en el que dominaban los impuestos por cuenta de alcabalas, y los impuestos sobre el consumo”, “NOMBRE DEL ARTÍCULO” en José Antonio Serrano Ortega, Luis Jáuregui (editores), Hacienda y política, Las finanzas públicas y los grupos de poder en la primera República Federal Mexicana, p. 176. El régimen fiscal revela que la producción no era la prioridad del gobierno. La modernización estaba lejos de ser una finalidad.

[22] [22] Michel Costeloe, op. cit., p. 57.

[23] [23] José María Luis Mora, “Disertación sobre la naturaleza y aplicación de las rentas y bienes eclesiásticos”, p. 39.

[24] [24] Jan Bazant, op. cit., p.71.

[25] [25] Ibíd., p. 76.

[26] [26] Ibíd., p. 124.

[27] [27] Robert J. Knowlton, Los bienes del clero y la Reforma mexicana, 1856-1910, p. 70.

[28] [28] Jonh H. Coastworth, “Obstáculos al desarrollo económico” en Los orígenes del atraso. Nueve ensayo de historia económica de México en los siglos xviii y xix, p. 88.

[29] [29] Quizás aquí sea posible comparar el caso mexicano con el caso inglés. En el caso inglés hablar de individualismo tenía sentido pues “el libre ejercicio del talento individual producía los más extraordinarios resultados”. Quizás el mayor ejemplo de ello sea Thomas Newcomen (1664-1729), uno de los más grandes perfeccionadores de la máquina de vapor. En cambio en México el talento individual no era incentivado,

[30] [30] Jonh H. Coastworth, “Límites del absolutismo colonial” en Los orígenes del atraso. Nueve ensayo de historia económica de México en los siglos xviii y xix, p. 52.

[31] [31] Robert J. Knowlton, Ibíd., p. 216.


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